
1. Una fe que contempla la soberanía y la obra de Dios (basado en Jn 5:17 y Hch 9)
El pastor David Jang, tomando como eje central la declaración de Jesús en Juan 5:17, “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”, enfatiza que toda obra que realizamos en esta tierra está, en última instancia, vinculada al reino de Dios, y que existe la historia de cómo Dios obra primero. El hecho de que Jesús no obró meramente como un “Jesús humano”, sino que cooperó y participó en la “obra del Padre Dios”, es un discernimiento espiritual de gran importancia para nosotros hoy. Aunque los creyentes se afanen y se esfuercen en medio de diversas situaciones en la vida y el ministerio, detrás de todo ello se halla el “mundo de Dios”, donde Él ya está obrando. Cuando reconocemos y vivimos conscientes de esta realidad, nuestra fe y ministerio pueden dar un salto cualitativo a un nuevo nivel, explica el pastor David Jang.
El pastor David Jang relata que, tras el período de Pentecostés en el calendario litúrgico, estuvo meditando profundamente en la dinámica y el poder del Espíritu Santo mientras leía el libro de los Hechos. Como se ve en el libro de Hechos, el Espíritu Santo interviene íntimamente en la vida de los creyentes, los conecta entre sí mediante el llamado y la guía de Dios, y expande la Iglesia y el reino de Dios. Cuando llegamos a percibir esta verdad, cada cristiano experimenta temor reverente y conmoción por hallarse “bajo el poder de la Palabra”. Y ese asombro nos hace redescubrir el significado de la frase de Jesús: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”. Es decir, la verdad de la “cooperación” con la obra del Padre.
Desde esta perspectiva, el pastor David Jang hace una explicación detallada del suceso de la conversión de Saulo en Hechos 9. Saulo era una amenaza letal para los cristianos, un “enemigo” de renombre y un “perseguidor” de la Iglesia. Sin embargo, el Señor, llamando directamente a este “enemigo”, lo convierte en apóstol para los gentiles, mostrándole una gracia asombrosa. Desde la perspectiva humana, parecía la persona menos indicada y la más imposible de transformar, pero para Dios era un “instrumento escogido”, dando lugar a esta paradoja.
En el camino a Damasco, Saulo es sorprendido por una luz y una voz: la “voz directa” de Jesús. Después de la ascensión de Jesús, el pastor David Jang subraya que este momento es el primero registrado en que se oye directamente la voz de Jesús. El Señor revierte por completo la situación de Saulo, a quien la Iglesia tanto temía y detestaba. “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hch 9:4), es la voz del Señor ante la cual Saulo, temblando, cae al suelo y responde: “¿Quién eres, Señor?” (Hch 9:5). En ese instante, la luz era tan intensa que Saulo pierde la vista, entra en Damasco y pasa tres días sin comer, dedicado exclusivamente a la oración.
Aquí, el pastor David Jang plantea la pregunta: “¿Quién es el sujeto que actúa?”. No fue Saulo quien, por su propia voluntad, deseó cambiar y se convirtió, sino que todo sucedió por la “gracia unilateral del Señor”. Fue la obra de Jesús, la elección y el amor soberanos y unilaterales de Dios, lo que transformó a aquel que la Iglesia consideraba un enemigo. Así, Saulo, en medio de la tensión y el temor, buscaba comprender el “sentido” de la voz de Jesús y de su llamado.
En ese momento, Dios ya tenía preparado a otro personaje: un discípulo llamado Ananías, que vivía en Damasco. El pastor David Jang explica que “apóstol” y “discípulo” son oficios o identidades centrales en la misión y la comunidad cristiana. Saulo (más tarde Pablo) es llamado directamente por Jesús para ser apóstol a los gentiles, mientras Ananías, como discípulo, escucha la voz del Señor y obedece, imponiendo las manos sobre Saulo y abriéndole los ojos.
Al oír en oración la voz del Señor que le llama: “Ananías”, este no se sorprende en absoluto y contesta al instante: “Heme aquí, Señor”. Según el pastor David Jang, esto pone de relieve la profunda relación espiritual y la íntima comunión que Ananías ya tenía con el Señor. Por el contrario, como Saulo desconocía al Señor, responde con la pregunta: “¿Quién eres, Señor?”. En definitiva, la diferencia entre uno y otro se reduce a “quien conoce a Dios y quien no”.
El Señor da a Ananías instrucciones concretas: “Levántate y ve a la calle llamada Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso, porque él está orando” (Hch 9:11). Así se ve que Dios puede intervenir con detalle en nuestros pasos. El pastor David Jang subraya que esto es la “providencia” (Providentia): Dios “ve (videre) de antemano (pre-)” y, conforme a su soberanía, nos conduce. Sabe dónde está Saulo y qué está haciendo, y también prepara a Ananías para que vaya en su búsqueda. Ya que Saulo está orando, esa oración ha sido escuchada por Dios, y Él ha dispuesto que Ananías abra sus ojos.
El pastor David Jang señala que uno de los aprendizajes aquí es que nuestros encuentros y tareas no son “coincidencias”. Todo proceso de evangelización, misión o servicio a una persona está enmarcado en la providencia que Dios ya ha fijado. Los creyentes han de reconocer este “mundo invisible” que opera detrás, y así su servicio adquiere una nueva dimensión.
Cuando Ananías objeta: “Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos… y aún aquí tiene autoridad para prender a todos los que invocan tu nombre”, el Señor responde: “Ve, porque instrumento escogido me es este para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, de reyes y de los hijos de Israel” (Hch 9:13–15). Ante los ojos humanos, Saulo es un impío y un perseguidor, pero para Dios es un “instrumento escogido”. Y añade: “Yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre” (Hch 9:16), aludiendo de antemano al peso y poder de la misión de Saulo.
Ananías obedece las palabras del Señor y va a buscar a Saulo. El pastor David Jang destaca lo asombroso de que alguien como Saulo, un erudito de prestigio formado con Gamaliel, reciba la imposición de manos de un discípulo anónimo como Ananías. Esto muestra la “autoridad del colaborador del Señor” que surge en la Iglesia. A los ojos del mundo, Ananías es anónimo y pequeño, pero quien colabora con Dios ejerce un poder capaz de doblegar incluso al más notable erudito de la época.
Finalmente, tras la imposición de manos de Ananías, “cayeron de sus ojos como escamas” (Hch 9:18). El pastor David Jang interpreta simbólicamente estas “escamas” como la “visión distorsionada” que Saulo tenía. Ahora aquello se ha desprendido, y Saulo abre los ojos a una nueva realidad. Quien verdaderamente lo llama (el Señor) y quien abre sus ojos (Ananías) es Dios, pero Él lo hace colaborando con Ananías.
Así, en Hechos 9, la clave es “quien ha contemplado primero el mundo donde Dios obra, participa de esa guía del Señor”. Tal como Jesús dijo: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”, nosotros también necesitamos darnos cuenta de que “el Padre está obrando” y unirnos en cooperación con esa obra divina.
El pastor David Jang enfatiza que esta es “la esencia de la evangelización”. Evangelizar no consiste en forzar a alguien a venir, sino en que Dios ya ha preparado y está tocando el corazón de esa persona, y nosotros, guiados por la mano de Dios, establecemos la conexión. Así como el Señor se le apareció a Pablo en una visión nocturna cuando estaba temeroso en Corinto, diciéndole: “Tengo mucho pueblo en esta ciudad” (Hch 18:10), de hecho Dios se adelanta, y el obrero actúa siguiendo Su iniciativa. Al contemplar ese panorama más amplio, el siervo de Dios puede vencer el temor y llegar a ser un “colaborador” de la obra divina.
Como ejemplo adicional, el pastor David Jang señala Hechos 10. Allí aparece la historia de Cornelio, un centurión gentil. Cornelio era un oficial del ejército romano de la “compañía llamada la Italiana”, alguien que, para los judíos e incluso para los creyentes de Jesús, podría percibirse como “enemigo” o “ajeno”. Pero Hechos 10:2 lo describe como “piadoso, temeroso de Dios con toda su casa, que hacía muchas limosnas al pueblo y oraba a Dios siempre”.
Aquí, el pastor David Jang expone la “particularidad de la visión bíblica del ser humano”. Aunque alguien no posea exteriormente la fe cristiana, puede existir un alma honesta que de verdad busca a Dios. También la Biblia enseña que todos fueron creados “a imagen de Dios” (Imago Dei). Por tanto, la dignidad humana es esencial, y cualquiera puede responder al llamado del Señor. Cornelio, a pesar de ser un gentil con rango militar, se mostraba piadoso y perseveraba en la oración. Y la Biblia declara que sus oraciones “subieron para memoria delante de Dios” (Hch 10:4).
Mientras Cornelio oraba hacia la hora novena (3 de la tarde), vio a un ángel de Dios, quien le dijo: “Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios; envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro”. Ya en este momento Dios había preparado primero el corazón de Cornelio y también tenía el plan de conectarlo con Pedro.
El pastor David Jang destaca el hecho de que Cornelio ya era un “hombre de oración”. Dios otorga gran gracia a quien ora y practica la misericordia buscándole sinceramente, y obra en favor suyo con todo detalle. Paralelamente, Dios también va preparando a Pedro. Según Hechos 10:9 y siguientes, mientras Pedro sube a la azotea para orar (hacia la hora sexta, mediodía), ve una visión de un lienzo que desciende con todo tipo de animales, y oye una voz que le ordena: “Levántate, Pedro, mata y come”. Pedro se resiste porque considera inmundos ciertos alimentos según la Ley, pero Dios le responde: “Lo que Dios limpió, no lo llames tú común” (Hch 10:15), repitiendo la orden tres veces.
Esa visión va más allá del tema dietético de la Ley: simboliza la apertura de la salvación de Dios a los gentiles, y señala que Pedro ya no tiene autoridad para juzgar entre “puro e impuro”. Es decir, si Dios ha elegido a alguien como Cornelio, un gentil, esa persona puede ser declarada pura. Mientras Pedro sigue perplejo por el significado de la visión, los hombres de Cornelio llegan a la puerta, y el Espíritu le confirma: “He aquí, tres hombres te buscan… no dudes en ir con ellos” (Hch 10:17-20).
Dios, de esta manera, prepara simultáneamente a Cornelio y a Pedro para que se encuentren. El pastor David Jang lo describe como un “ejemplo concreto de cómo el Padre obra y nosotros nos unimos a esa obra”. Que Cornelio enviara por Pedro, y que Pedro entrara sin reservas en la casa de un gentil, se dio por la minuciosa providencia de Dios.
Según Hechos 10:24 y siguientes, cuando Pedro llega a Cesarea, Cornelio ha reunido a sus parientes y amigos íntimos para recibir al apóstol. Con un profundo respeto, se postra ante Pedro. Este lo levanta diciendo: “Levántate, pues yo mismo también soy hombre” (Hch 10:26). Pero la actitud de Cornelio ya revela apertura espiritual y reverencia ante lo sagrado.
Cornelio explica a Pedro que cuatro días antes (hacia la hora novena) vio un ángel, que le ordenó llamar a Pedro, y añade: “Así que luego envié por ti, y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado” (Hch 10:33). El pastor David Jang cita esta frase para señalar que la expresión “estamos todos en la presencia de Dios” refleja la actitud que debe tener todo cristiano al adorar, escuchar la Palabra y participar en la misión y el ministerio.
Pedro anuncia el evangelio, y en ese preciso momento, el Espíritu Santo desciende sobre Cornelio y toda su casa (Hch 10:44-47). Se trata de un suceso histórico: los gentiles también reciben el Espíritu Santo. Ante ello, Pedro exclama: “¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo como también nosotros?” (Hch 10:47).
A través de este relato, el pastor David Jang enfatiza que es “Dios quien rompe todas las fronteras humanas, y nosotros hemos de unirnos a Su movimiento”. Si Cornelio no hubiera perseverado en la oración y la misericordia, o si Pedro no hubiera orado, la historia de salvación podría haber quedado interrumpida. Pero la providencia de Dios no fracasa, y actúa en quienes están en vela espiritual por medio de la oración.
Además, en el tema de la evangelización y la misión, el pastor David Jang insiste en que la clave está en “hallar y encontrarse con las almas que Dios ya ha preparado”. Así como el Señor le dijo a Pablo, temeroso en Corinto, “Tengo mucho pueblo en esta ciudad” (Hch 18:10), siempre hay “pueblo de Dios” en lugares inimaginables. Lo esencial es que nosotros, de nuestro lado, mantengamos “oídos atentos” en la oración, preguntando: “¿A dónde nos envías, Señor? ¿Con quién nos harás conectar?”.
El pastor David Jang añade que aun en los detalles de la vida eclesial debemos servir “con reverencia y temor”. Por ejemplo, a la hora de limpiar el púlpito o preparar los adornos florales para el culto, si reconocemos que “estamos ante la presencia de Dios”, haremos esas labores con máxima dedicación y la actitud correcta. Esa disposición, cuando se arraiga en el día a día, nos transforma en personas que verdaderamente viven el “ahora estamos todos en la presencia de Dios”.
¿Cómo aplicar de manera práctica esta enseñanza? El pastor David Jang propone, en primer lugar, “ser personas de oración”. Cornelio, Pedro y Saulo (Pablo) estaban todos “en oración” cuando recibieron la guía directa de Dios. Aun hoy, sea en momentos fijos de oración o en oraciones espontáneas, debemos mantener la comunión con Dios y permanecer alertas a dónde Él obra y cómo lo hace.
En segundo lugar, “creer en la providencia de Dios y ver a las personas y circunstancias con la mirada divina”. Tal como Ananías sintió temor ante Saulo, desde la perspectiva humana hay quienes parecen “malos” o inaccesibles al evangelio. Pero Dios ve en ellos “instrumentos escogidos”. O como Cornelio, que, aunque gentil y oficial romano, podía tener un corazón sincero que amara a Dios. Por tanto, ante cualquier persona o situación, hemos de confiar en que “Dios podría estar actuando providencialmente” y acercarnos con esa fe.
En tercer lugar, “tratarnos mutuamente como si cada uno fuese un mensajero de Dios, estando delante de Su presencia”. Cornelio se postró a los pies de Pedro, y si bien este le recordó que “también es humano”, lo relevante es el reconocimiento espiritual: “Este es un siervo de Dios que podría transmitirme su Palabra”. Sin caer en idolatrías, hemos de tener la perspectiva de que “quien comparte el evangelio conmigo es un instrumento del Señor”.
Por último, el pastor David Jang exhorta a no olvidar “que el ministerio, la misión, la educación y el servicio en la Iglesia lo dirige Dios, no el hombre”. Con frecuencia, organizamos, planificamos y nos entusiasmamos o nos decepcionamos según resultados humanos. Pero en lo esencial, igual que Jesús declaró: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”, Dios se adelanta y nosotros simplemente seguimos Sus pasos. Solo cuando tenemos esta conciencia, nuestro servicio deja de ser un “mero esfuerzo humano” para convertirse en “cooperación con la soberanía divina”.
Las palabras de Juan 5:17, y los relatos de Hechos 9 y 10, nos recalcan que nuestra fe, ministerio, evangelización y misión no son iniciativas nuestras, sino la participación en los planes y propósitos de Dios. La conversión de Saulo (Pablo) y la de Cornelio revelan que Dios puede salvar al “enemigo más acérrimo” y al “gentil más lejano”. Y para ejecutar esa gracia, Dios llama y prepara colaboradores como Ananías y Pedro.
El pastor David Jang concluye recordando que “Dios Padre sigue obrando hoy, y estamos llamados a participar de esa obra”. Asimismo, nos anima a vivir con la actitud de “todos estamos en la presencia de Dios”, como expresó Cornelio. Toda adoración, oración, servicio y ministerio ocurren ante Dios, y al tomar conciencia de ello, nuestra fe adquiere una profundidad distinta. De igual modo, nos volvemos más sensibles a la voz del Señor.
El pastor David Jang recalca que tanto la declaración “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” de Jesús, como la de Cornelio: “Ahora todos estamos aquí en la presencia de Dios” (Hch 10:33), siguen vigentes para nosotros hoy. Cuando nos damos cuenta de que la Iglesia, la misión, la evangelización y el servicio se desarrollan en el “terreno que Dios ya ha preparado”, nos volvemos valientes, agradecidos y humildes a la vez. Y, sobre todo, nos concentramos más en Dios y en Su voz.
El pastor David Jang insta a vincular esta forma de ver la soberanía de Dios —que Él dirige y nosotros cooperamos— con los textos bíblicos (especialmente en Hechos), con la historia de la Iglesia y con los retos ministeriales actuales. Así, la adoración, la misión, el servicio comunitario y la vida espiritual personal pueden experimentar un nuevo avivamiento y milagros. Todo ello corresponde al “camino de la vida en colaboración con el Padre”, ejemplificado en Hechos 9–10 y confirmado con toda su fuerza.
Los capítulos 9 y 10 de Hechos comparten el hilo conductor de que “Dios obra primero, elige a quien quiere, y cuando esa persona responde en oración y obediencia, la salvación se expande de manera prodigiosa”. La conversión de Saulo y el servicio de Ananías, la oración de Cornelio y la visión de Pedro ilustran este principio. El pastor David Jang insta encarecidamente a que hoy abracemos el mismo principio.
En definitiva, todo reposa en la seguridad de que “nuestra vida está ante Dios”, y de que “Dios sigue obrando constantemente”. Al orar con esta convicción, preguntando a cada paso: “Señor, ¿hacia dónde voy? ¿A quién debo encontrarme?”, el Espíritu Santo nos guiará. Así, igual que sucedió en Hechos, podremos ver cómo las maravillas del Espíritu se hacen realidad también en nuestros días, afirma el pastor David Jang.
De esta forma, comprendemos que la palabra de Jesús en Juan 5:17, “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”, no es una verdad limitada al siglo I, sino que sigue siendo una “realidad espiritual” para el cristiano de hoy. Asimismo, la frase de Cornelio: “Ahora todos estamos aquí en la presencia de Dios” no es solo la bienvenida que él dio a Pedro, sino la disposición que debemos tener al vivir la adoración, la Palabra y la misión en la actualidad.
Cuando somos “personas que se reconocen ante la presencia de Dios”, descubrimos que el Dios que obra “por y para nosotros” nos usa. En esa comunión sagrada, nuestra fe deja de ser un concepto teórico y se vuelve “poder vivo”. Y ese poder edifica la Iglesia, revela el amor y la verdad de Dios en el hogar y en la sociedad, y rescata a las almas necesitadas. Todo ello demuestra que la “era del Espíritu Santo” narrada en Hechos continúa hoy.
El pastor David Jang compara esta “obra de Dios” y nuestra “colaboración” con un gran drama. Puede parecer que a veces nosotros somos los protagonistas, pero el verdadero protagonista es la Trinidad divina, y nosotros somos tan solo actores en Sus manos. Sin embargo, ello no resta importancia a nuestro papel: el actor debe someterse a la indicación del director, concentrarse en el guion y entregarse a la actuación. Del mismo modo, cuando seguimos con docilidad los planes y la voz de Dios, podemos influir benditamente en esta generación y comunidad, así como Saulo y Cornelio cumplieron su misión en la historia de salvación.
Que la declaración “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” y las palabras de Cornelio “Ahora todos estamos aquí en la presencia de Dios” (Hch 10:33) se conviertan hoy en nuestra confesión de fe, es el anhelo del pastor David Jang. Él está seguro de que ese es el camino de la fe por el que hemos de andar, y que, en ese andar, experimentaremos la obra del Espíritu Santo de manera genuina. Apoyados en esta certeza, nos alienta a avanzar cada día en oración y en la toma de decisiones, en el encuentro con los demás, sabiendo que “Dios sigue obrando aquí y ahora”.
Los pasajes de Juan 5:17 y Hechos 9–10, según la enseñanza del pastor David Jang, muestran que cuando encontramos, conversamos y llevamos a cabo diversas tareas, siempre existe un Dios que ya está obrando tras bambalinas. Y Él nos invita a Su providencia y llamado, diciendo: “Así como preparé a Ananías y llamé a Saulo, como preparé a Cornelio y envié a Pedro, hoy también los convoco a ustedes al camino de la colaboración”.
Nuestra respuesta debe ser la oración, la meditación en la Palabra, la adoración y la dedicación. Y es entonces cuando, tal como sucedió con Saulo y Cornelio, experimentamos un ministerio y una fe que transcienden lo común. Este es el camino de la puesta en práctica de la palabra de Jesús: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”, y de la confesión de Cornelio: “Ahora todos estamos aquí en la presencia de Dios”. Según el pastor David Jang, así luce en la práctica la vida cristiana llena del Espíritu y fundamentada en el evangelio.
2. “Todos estamos en la presencia de Dios”
Siguiendo con Hechos 10 después de haber analizado Hechos 9, el pastor David Jang destaca cómo la increíble providencia de Dios se despliega de forma todavía más clara y minuciosa a través de Cornelio y Pedro. Este capítulo ilustra de manera real el contenido de Juan 5:17: “No soy yo quien obra, sino el Padre que ya está obrando”. Y a la vez realza la actitud de Cornelio en Hechos 10:33: “Ahora todos estamos aquí en la presencia de Dios para oír todo lo que el Señor te ha mandado”, ejemplo que ha de guiar la vida de oración y el servicio de todo creyente.
Para comenzar, Hechos 10:1–2 nos presenta a Cornelio, un centurión del ejército romano. No solo ostentaba un gran estatus social, sino que, por su profesión de soldado, debía de tener múltiples responsabilidades. Sin embargo, “con toda su casa temía a Dios, hacía muchas limosnas y oraba siempre”. Este hecho rompe con nuestros prejuicios. Que alguien disfrute de poder en el mundo no significa necesariamente que esté alejado de la piedad. Cornelio, por el contrario, supo conservar una fe sincera, orando y usando su posición y recursos para socorrer a los necesitados.
El pastor David Jang aclara que esto confirma la enseñanza de la Biblia de que “todo ser humano ha sido creado a la imagen de Dios” y, por ende, conserva un potencial espiritual. Muchos creyentes tienden a suponer que solo se pueden hallar buscadores de la verdad dentro de la Iglesia, pero la figura de Cornelio demuestra lo contrario: puede haber en el mundo, incluso en altas posiciones, quien ore con fervor y practique la caridad con más devoción que algunos creyentes. Aunque la humanidad está bajo el peso del pecado, conserva la valía de haber sido hecha a imagen de Dios.
La respuesta que Dios da a Cornelio se ve en el mensaje del ángel: “Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios” (Hch 10:4). Es decir, la oración y la bondad humana no desaparecen en el vacío, sino que permanecen delante del trono de Dios. Cornelio había perseverado en actuar según su fe, y al cumplirse el tiempo, Dios le envió un ángel.
Luego, Cornelio hace algo igualmente notable al planificar el encuentro con Pedro. En lugar de ir él mismo, elige a dos criados y a un soldado devoto y los envía a Jope (Hch 10:7). Esa inmediatez y meticulosidad confirman lo serio de su fe. No se limita a decir “Voy a encontrarme con Pedro”. Obedece al instante, pero con prudencia, eligiendo a personas adecuadas para la misión.
Mientras tanto, por “el otro lado”, Dios trabaja simultáneamente en Pedro, que en la hora sexta sube a la azotea para orar. Tiene hambre, pero durante ese lapso ve “abierta la ventana de los cielos” en una visión. Ve un lienzo con múltiples animales y oye la voz divina ordenando “Levántate, Pedro, mata y come”. Ante la resistencia de Pedro debido a los reglamentos de pureza de la Ley, Dios repite tres veces: “Lo que Dios limpió, no lo llames tú impuro” (Hch 10:15).
Según el pastor David Jang, esto señala que Pedro estaba honrando la Ley, intentando mantenerse fiel a sus tradiciones judías. Sin embargo, ahora recibe una enseñanza más profunda que abarca la salvación para los gentiles, lo que supera la visión religiosa convencional. Justo en ese instante los enviados de Cornelio llegan a la puerta (Hch 10:19–20). El Espíritu Santo le ordena a Pedro que no dude y vaya con ellos.
Aquí, el pastor David Jang subraya nuevamente que “Dios ve y conduce todo de antemano”. Aun sin que nosotros elaboremos un calendario, Él coordina los tiempos a la perfección, como una “navegación espiritual”. En el momento preciso de la visión de Pedro, llegan los mensajeros de Cornelio. Dios da primero a Pedro la enseñanza de “no considerar impuro lo que Él ha limpiado”, y así lo prepara para aceptar el contacto con estos gentiles. De igual forma, prepara a ambos bandos para que se reconozcan como “enviados por Dios”.
Al final, cuando Pedro llega a Cesarea, Cornelio se postra ante él (Hch 10:25). Pedro lo levanta aclarando que es un simple mortal, pero la reverencia de Cornelio revela la profundidad de su respeto a “un mensajero de Dios”. Cornelio le cuenta la aparición del ángel y concluye: “Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado” (Hch 10:33). El pastor David Jang ve aquí la clave del mensaje: Cornelio y su familia, parientes y amigos esperan la palabra de Pedro con plena conciencia de estar “en la presencia de Dios”. Esa es la actitud esencial de todo culto, predicación, misión y servicio cristiano.
Pedro proclama el evangelio y el Espíritu Santo desciende sobre Cornelio y su casa (Hch 10:44–47). Los judíos que acompañan a Pedro se asombran al ver que también los gentiles reciben el don del Espíritu. Este evento marca un hito: el evangelio se extiende a los gentiles. Pedro exclama: “¿Puede alguno impedir el agua para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo como nosotros?” (Hch 10:47).
El pastor David Jang afirma que esta historia ilustra que es “Dios quien rompe fronteras humanas, y que nosotros debemos acoplarnos a su movimiento soberano”. Si Cornelio no hubiera orado ni practicado la misericordia, o si Pedro no hubiera estado en oración, la historia quizá no se habría concretado. Pero la providencia de Dios es invencible, y se manifiesta a través de quienes se mantienen en vela espiritual.
En relación a la evangelización y la misión, el pastor David Jang subraya que “lo esencial es descubrir al ‘alma que Dios ya ha preparado’ y encontrarnos con ella”. Así como el Señor le dijo a Pablo que no temiera y que persistiera en Corinto, pues “tengo mucho pueblo en esta ciudad” (Hch 18:10), siempre hay personas dispuestas a recibir el mensaje divino, desconocidas para nosotros pero conocidas por Dios. Nuestro papel es orar con sensibilidad, preguntando: “Señor, ¿quién es esa persona? ¿A dónde debo ir?”.
Igualmente, el pastor David Jang exhorta a que incluso en tareas aparentemente insignificantes dentro de la Iglesia, actuemos con “temor santo”. Desde limpiar el púlpito hasta disponer los elementos del servicio, todo debe hacerse “delante del Señor”. Esa disposición transforma nuestra vida cotidiana en la confesión constante de “estamos todos en la presencia de Dios”.
¿Cómo llevar a la práctica esto? Primero, ser “hombres y mujeres de oración”. Vemos que Cornelio, Pedro y Saulo experimentaron la guía divina mientras oraban. Para nosotros hoy es imperativo perseverar en la comunión con el Padre, sea en oraciones fijas o espontáneas, preguntando “¿Padre, cómo estás obrando? ¿Dónde?”.
Segundo, “confiar en la providencia de Dios y mirar con los ojos de Él a las personas y situaciones”. Ananías tenía miedo de Saulo, y, desde el punto de vista humano, este parecía el individuo más difícil de alcanzar. Pero Dios lo consideraba “instrumento escogido”. Cornelio era un oficial gentil distante, pero en su interior había reverencia a Dios. Por tanto, no debemos tener prejuicios al encontrarnos con las personas o enfrentar circunstancias, sino creer que “Dios podría estar obrando ya”.
Tercero, “vernos mutuamente como mensajeros de Dios y actuar ‘delante de Su presencia’”. Cornelio se postró a los pies de Pedro, aunque este rechazó la veneración exagerada. Aun así, percibimos la actitud de respeto y reconocimiento a la posibilidad de que el otro sea “un canal de la voz de Dios”.
Por último, el pastor David Jang insta a que “recordemos que la Iglesia, la misión, la formación y el servicio lo dirige Dios y no el hombre”. Nosotros nos afanamos, organizamos y a veces nos frustramos si no vemos el resultado esperado, pero la verdad esencial sigue siendo que “Dios obra primero, y nosotros le seguimos”. Solo adoptando esta perspectiva se convierte el ministerio en “cooperación con la soberanía divina” en lugar de “mero esfuerzo humano”.
El mensaje de Juan 5:17 y la narrativa de Hechos 9 y 10 nos enseñan que la obra de la fe, el ministerio y la evangelización es la participación en el plan de Dios. Por medio de la conversión de Saulo (Pablo) y de Cornelio, Dios muestra Su capacidad para salvar al “enemigo” y al “gentil alejado”. Y escoge a colaboradores como Ananías y Pedro para que esa gracia se lleve a cabo.
Con esto, el pastor David Jang concluye que la soberanía de Dios sigue vigente hoy y que también nosotros estamos invitados a unirnos a Su obra. Nos insta a mantener la actitud de Cornelio: “Ahora todos estamos aquí en la presencia de Dios”. Cada culto, cada oración, cada acto de servicio y ministerio es “delante de Dios”, y ser conscientes de ello cambia nuestro nivel de compromiso y profundidad espiritual. También nos hace más sensibles a la voz de Aquel que nos guía.
El pastor David Jang desea que la confesión “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Jn 5:17) y la actitud de Cornelio “Ahora todos estamos aquí en la presencia de Dios” (Hch 10:33) se apliquen hoy a nuestra vida. Al comprender que en esta tierra el servicio a la Iglesia, la misión, la evangelización y el ministerio se desarrollan en un “terreno ya preparado por Dios”, alcanzamos más osadía, gratitud y humildad. Y, sobre todo, nos enfocamos aún más en Él y Su voz.
El pastor David Jang nos anima a experimentar de primera mano el modo en que Dios dirige y nosotros obedecemos, relacionando este modelo con los textos bíblicos (en especial el libro de los Hechos), con la historia de la Iglesia y con los desafíos que enfrentamos hoy. Al hacerlo, la adoración, la misión, la vida espiritual individual y la vida comunitaria pueden entrar en una nueva dimensión de renovación y milagros, algo propio de la “vida en colaboración con el Padre” que se refleja en Hechos 9–10.
Tanto Hechos 9 como Hechos 10 comparten la misma enseñanza: “Dios obra primero, elige a las personas, y cuando estas responden con oración y obediencia, la obra salvadora explota con poder”. La conversión de Saulo y el servicio de Ananías, junto con la oración de Cornelio y la visión de Pedro, confirman este principio. Así también hemos de vivirlo hoy, insiste el pastor David Jang.
El fin de todo es la certeza de que “nuestra vida está ante Dios” y que “Dios no deja de obrar”. Si abrazamos tal certeza y oramos, preguntando “Señor, ¿qué hago y adónde voy?”, Él, por Su Espíritu, dirigirá nuestro camino y nos conducirá a las personas que debemos encontrar, a los lugares a los que debemos ir, a la senda de la obediencia. Y al caminar por esa senda, el pastor David Jang cree que todavía hoy podemos vivir la clase de “obrar del Espíritu” que se ve en el libro de los Hechos.
Este planteamiento nos abre los ojos a que la declaración de Jesús en Juan 5:17, “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”, no fue un principio limitado al siglo I, sino una verdad “espiritual” válida para el cristiano de hoy. Y la frase de Cornelio en Hechos 10:33, “Ahora todos estamos aquí en la presencia de Dios”, no es solo una bienvenida para Pedro, sino una disposición interior que debemos adoptar en la adoración, la Palabra y la misión de nuestro tiempo.
Cuando vivimos como “personas que se saben en la presencia de Dios”, comprobamos que Él ya “trabaja en nosotros y a través de nosotros”. En este encuentro sagrado, nuestra fe deja de ser meramente conceptual y se convierte en un “poder activo”. Dicho poder edifica la Iglesia, irradia amor y verdad divina en nuestros hogares y la sociedad, y conduce a la salvación de las almas. Es la prueba de que la “época del Espíritu”, de la que nos habla el libro de Hechos, sigue en curso hoy.
El pastor David Jang compara esta “obra divina” y nuestra “participación” con un gran drama. A veces parece que nosotros somos los protagonistas, pero el auténtico protagonista es el Dios trino, y nosotros somos los actores que Él dirige. Sin embargo, esto no le resta importancia a nuestro rol: debemos estar atentos a las directrices del Director, concentrados en el guion y comprometidos con la representación. De la misma manera, cuando respondemos con docilidad a la voz y al propósito de Dios, podemos, al igual que Saulo y Cornelio, provocar puntos de inflexión benéficos en la historia y en la comunidad que habitamos.
El pastor David Jang ora para que “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Jn 5:17) y la confesión de Cornelio “Ahora todos estamos aquí en la presencia de Dios” (Hch 10:33) se conviertan en nuestra proclamación de fe hoy. Cree firmemente que este es el camino por el que debemos transitar y que, en ese camino, podremos experimentar vívidamente la obra del Espíritu Santo. Con esa seguridad, nos insta a avanzar cada día en la oración, en nuestras decisiones y en el encuentro con otras personas, comprobando que “Dios sigue obrando aquí y ahora”.
El mensaje que el pastor David Jang busca transmitir a través de Juan 5:17 y Hechos 9–10 es claro: Cuando conocemos gente, dialogamos y realizamos tareas, detrás de todo está Dios, que ya está trabajando. Y Él nos invita a Su designio y Su llamado, diciéndonos: “Así como preparé a Ananías para Saulo, y a Cornelio para Pedro, hoy los llamo a ustedes a este mismo camino de cooperación”.
Hemos de responder a esa voz con oración, meditación en la Palabra, adoración y dedicación. Entonces, igual que sucedió con Saulo y Cornelio, podremos vivir un ministerio y una fe que trascienda lo ordinario. Es la puesta en práctica de “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”, y de la confesión “Ahora todos estamos aquí en la presencia de Dios”. Según el pastor David Jang, este es el verdadero rostro de la vida cristiana cimentada en el evangelio y llena del Espíritu Santo.
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